viernes, noviembre 10, 2006

LA COMPAÑÍA DE JESUS EN CHILE


Una fructífera labor educacional y misionera



La Compañía de Jesús fue fundada en 1539 por San Ignacio de Loyola y se distinguió de las demás órdenes religiosas católicas por su especial voto de obedencia al papado y por su rigurosa disciplina espiritual espiritual. Los discípulos del santo vasco llegaron a Chile en 1593 y su labor se dedicó fundamentalmente a la educación de todas los grupos sociales y a la evangelización de los indígenas.

La obra misionera de los jesuitas logró mejores resultados que otras órdenes religiosas, pues dio al indígena un trato humanitario y recurrió al lenguaje y a elementos de la cultura aborigen para transmitir la palabra de Dios. Ello le granjeó a la Compañía de Jesús un enorme prestigio ante la monarquía española y le permitió influir en la política colonial hacia el pueblo mapuche, anteponiendo la persuasión en lugar del enfrentamiento y dando lugar a la llamada guerra defensiva. Sin embargo, desgraciados sucesos y la oposición de parte importante de la sociedad chilena de comienzos del siglo XVII, hicieron fracasar la estrategia defensiva y en adelante la Compañía de Jesús debió continuar sus esfuerzos apostólicos sin el apoyo de las autoridades.

Aunque sus integrantes llevaban una vida muy humilde, la Compañía de Jesús acumuló en Chile un considerable patrimoniao materia, que sirvió de ejemplo para el progreso económico del reino y que además empleó para afianzar su obra evangélica y educacional. Estos logros se repitieron en cada lugar del mundo donde la Compañía estaba presente y despertaron recelos no sólo en las otras órdenes religiosas, sino también en las autoridades políticas, que veían con desconfianza la prosperidad de una orden cuya primera lealtad no estaba con el monarca y que incluso algunos de sus miembros más sabios habían desarrollado teorias peligrosamente subversivas.

Así, la Compañía de Jesús fue expulsada en 1759 de Portugal, en 1762 de Francia y en 1767 de los dominios del Rey de España. La mayor parte de los 181 jesuitas chilenos que partieron al exilio se refugiaron en Italia, donde prosiguieron su fructifera labor cultural y religiosa, ahora inspirada en la patria lejana y prohibida.

La medida de extrañamiento fue levantada en 1815 por Fernando VII, lo que permitió a la Compañía volver a instalarse en Chile para recomenzar su obra desde las cenizas. Al año siguiente, los jesuitas regresaron a Chile donde continuaron su labor apostólica dedicados a la enseñanza, mientras que la misión evangelizadora de los indígenas fue reemplazada por la ayuda a los pobres. El éxito de esta tarea fue coronado con la reciente beatificación del Padre Hurtado.

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